El director francés Gilles Bourdos, rinde un homenaje a Renoir narrando los últimos instantes de su vida. En 1915, el famoso pintor impresionista conoce a la hermosa joven Andrée, que se convertirá en su última musa. Jean, su hijo, cuando regresa de la guerra se enamora de la joven contra la opinión de su padre. Michel Bouquet y Vincent Rottiers dan vida, respectivamente, al célebre pintor Auguste Renoir y a su hijo, el no menos célebre cineasta Jean Renoir.
En la Costa azul, en 1915, Pierre Auguste Renoir se enfrenta al crepúsculo de su vida con el tormento de la pérdida de su mujer, los dolores de su artrosis y las terribles noticias que le llegan del frente, donde su hijo Jean ha resultado herido. Un día una joven entra en su mundo de repente, inundándolo todo de una energía inesperada y nueva. Andrée rebosa vitalidad y belleza y se convertirá en la última musa y en la fuente de una segunda juventud para el pintor. De vuelta al hogar familiar, Jean cae en las redes de la nueva estrella pelirroja de la casa y en el edén mediterráneo y frente a la fiera oposición de su padre, el joven se enamora de este espíritu salvaje e indomable. De este embrujo que experimenta Jean surge un director de cine...
Christa Theret
Renoir, el padre, el hijo y el espíritu pelirrojo
Visto Renoir, de Gilles Bourdos.El filme cuenta la últimos días del pintor Renoir en la Costa Azul, desde la muerte de su mujer y la llegada de la que sería su última modelo, Dedé. Su hijo Jean, quien se convertiría más tarde en el célebre cineasta, es herido en el frente de los Vosgos durante la Primera Guerra y vuelve a la casa paterna para recuperarse. Ese triángulo, padre, hijo y modelo, es el ojo de la historia.
El padre, el hijo y el espíritu colorín, que no santo, de la modelo. El viejo pintor no se interesa más que por la textura de su piel (le velouté de la peau d'une jeune femme) y no está disponible para confidencias (y a falta de modelo pintará manzanas o limones). El hijo, tal vez. Además es joven y pronto dará el paso de la imagen fija de la pintura paterna a la imagen animada del arte del futuro, el cine. El viejo reserva sus ya escasas fuerzas para pintar e intenta mantener lejos el horror de la guerra y la inminencia de su propia muerte. El hijo, en cambio, en cuanto se recupera decide retomar el combate, contra la opinión del viejo. Pero el enfrentamiento entre padre e hijo se resuelve en el abrazo del adiós y, para ambos, para el viejo pintor y el joven cineasta, Dedé, la modelo, será la egeria.
De este triángulo se queda fuera Coco (Claude), el hijo menor, adolescente, y no por falta de ganas de participar. No le falta espíritu ni lucidez al zagal. «Vives en una casa donde cuelgan las más hermosas telas del mundo y tú pegoteas en las paredes de tu cuarto horribles imágenes de la guerra», le reprocha Jean a Claude, quien le devuelve a su hermano con una descripción de su situación que resume la paradoja de la guerra: «Estás en casa porque estás herido. Si estuvieses sano, ya estarías muerto». Conforta saber que también Claude tuvo una buena vida. Experto en la obra paterna, fue resistente durante la ocupación alemana y terminó sus días como ceramista, el primer oficio de su padre.
Por Roger Koza
No es una gran película, pero no deja de ser interesante. Renoir
de Gilles Bourdos sitúa su relato en los últimos días de la vida de
Pierre-Auguste Renoir. 1915, la Costa Azul, un lugar privilegiado de
Francia. Allí está el gran pintor y el padre del gran cineasta, Jean
Renoir, luchando con su artritis y con la pérdida de su esposa.
La obsesión del pintor pasa por la piel y
la carne humana. El famoso sensualismo de Renoir se lo explicita desde
un principio. La piel es lo que debe pintarse, entiende, y encontrará en
Andrée, la futura mujer de su hijo militar y luego cineasta, su último
modelo femenino. Sus tetas de campeonato son círculos perfectos, y no
obstante, como se quejará en alguna oportunidad, siempre la engorda en
las pinturas.
Las cuestiones dramáticas aquí son
irrelevantes. Habrá una historia de amor, un reencuentro familiar y un
retrato ligero de la psicología del artista. Él cree que es un
trabajador del pincel, apoyado en su pasado, cuando pintaba platos de
porcelana, pero en la mansión en la que vive sus sirvientes e hijos le
dicen y lo llaman el “patrón”. No es precisamente una denominación
proletaria.
El mayor acierto de Bourdos es el intento
de traducir cómo mira un pintor el mundo y cuáles son las operaciones
miméticas que se ponen en marcha a la hora de transformar una
representación óptica en un lienzo. De ese modo, al principio del film
veremos lo que Renoir mira y está pintando y recién pasado unos minutos
se descubrirá la apropiación de lo real en la perspectiva del artista.
Los planos generales de la campiña francesa, los cuadros implícitos dado
por la relación de la luz natural y el ecosistema en el que vive
Renoir, ya de por sí implica entender el carácter pictórico de lo real.
Pero en la pintura de Renoir hay una cálida dislocación de las formas y
difusión de los colores en donde ya se adivina un tratamiento
antinaturalista de la percepción.
Ya más cercano al final, Bourdos empezará
la escena con un travelling lateral por encima de una pintura hasta
salirse del foco que implica la cercanía del lente sobre el cuadro y
permanecerá el movimiento y el registro sobre el espacio abierto detrás
del lienzo. El resultado es magnífico debido a que el registro
ineludiblemente no puede evitar el desenfoque, pero, al hacerlo,
pareciera que allí, entre la luz, los objetos y el desenfoque
involuntario se estuviera justamente imitando la perspectiva del propio
Renoir. Así, la cámara deviene en impresionista. Pinta el plano, imita
la mirada del viejo pintor, el ojo mecánico se hace carne.
El resto es aquí anécdota, psicología
elemental y chisme familiar. Verlo al joven Renoir más interesado en
volar y asesinar alemanes que filmar es extraño, pero el trabajo de
Vincent Rottiers transmite siempre una delicadeza y sensibilidad
apropiadas; no es imposible adivinar el crecimiento de un cineasta, el
más grande en torno al registro de los vínculos y el espacio, consciente
de las relaciones de clases, algo que en Renoir, el personaje
de Jean sí parece tener consciencia. Por otra parte, la composición de
Michel Bouquet es como siempre fuera de lo común. Cuando le tocó ser
Mitterrand en un film de Guédiguian, el fantasma del estadista
socialista parecía haberse infiltrado en sus huesos. Aquí, le toca
canalizar a Renoir. Si es fruto de una sesión de espiritismo, no lo
sabremos, pero Bouquet, una vez más, deviene en otro. Y sin embargo su
genio pasa por no apelar a la mimesis total respecto del sujeto
representado sino por intentar sintonizar una experiencia y una
subjetividad ajenas.
En una pasaje menor, uno de los hermanos
de Jean Renoir le sugiere no dedicarse al cine. “No es para franceses”,
le dice. La sala festejó el comentario como si se tratara de un chiste
de los hermanos Marx. Es lógico la reacción: los creadores de la
cinefilia se siente con privilegios.
ENLACES/FUENTES:
http://caminodesantiago.canalblog.com/archives/2013/01/07/26085947.html
http://christatheret.net/gallery/
http://fashion.blogorganization.com/celebrity/female-celebrity/christa-theret
http://ladamadesnuda.blogspot.com.ar/2012/07/pierre-auguste-renoir.html?zx=754bffe43e92f1b1
http://martind1.blogspot.com.ar/2012/07/pierre-auguste-renoir.html
http://ojosabiertos.wordpress.com/2012/05/26/festival-de-cannes-2012-12-modos-de-observar/
http://www.cinematoria.com/renoir_2012.html
http://www.cinemotions.com/photos-Renoir-tt115364
http://www.cineuropa.org/f.aspx?t=film&l=es&did=219325
http://www.youtube.com/results?search_type=videos&search_query=renoir+trailer&high_definition=1&uni=3
http://www.youtube.com/user/BandesAnnoncesCinema/videos
http://www.youtube.com/user/PatheFilms/videos
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